7/12/2006

Cuentos chinos y TLC

Ahora que está por finalizar el Mundial notamos cómo los equipos se preparan para esta competencia. Los entrenamientos son durísimos, las giras previas, la concentración, la táctica minuciosa, el concienzudo estudio del rival, con videos y papelitos debajo de las canilleras. Y a las finales, los jugadores saben que todo se puede derrumbar en los 2 minutos finales. Así es el fútbol.

La vida empresarial y política tampoco deja mucho espacio para improvisados, mucho menos si la competencia es dura. Ya hace años el régimen comunista chino abrió sus mercados al exterior y viene creciendo al vertiginoso ritmo de 9% anual, 250 millones de chinos han salido de la pobreza y es el país más atractivo para la inversión extranjera en todo el mundo.

Mientras acá los “de izquierda” organizan marchas y huelgas contra el TLC, los comunistas chinos alientan la privatización. En China, según el periodista Andrés Oppenheimer, el 60% de sus ingresos provienen de capitales privados y se proponen aumentar este porcentaje en los próximos años.

Por supuesto, que los chinos no se quedan contentos con eso. Su mayor reto ahora es ser más competitivos y ya hay empresas chinas que salen a competir con otras mundialmente conocidas.

Aterrizando en nuestra dura realidad, no cabe duda que el TLC es un gran paso para el Perú. Sin embargo, como bien dice el Ministro Alfredo Ferrero, no serviría de nada todo lo avanzado si no ganamos la pelea de la competitividad.

Generar empresas realmente competitivas, que no sólo exporten materias primas, sino que sean capaces de generar productos de valor agregado y marcas poderosas, es un reto que debemos asumir en los próximos años.

Y esto es una tarea muy difícil, dada las condiciones que tenemos en educación y nuestra mentalidad “facilista” y “recursera”. Es más fácil hacer huelga que trabajar, quemar llantas que estudiar la posibilidad de un negocio y arriesgarse, protestar por la llegada de la competencia extranjera y no ver otras líneas de negocio alternativas. En fin, es más fácil renegociar que cumplir con lo acordado y asumir los retos.

A veces, las circunstancias del entorno nos obligan a cambiar, pero esas dificultades no son más que obstáculos que, si se superan, producen en nosotros un bienestar mucho mayor que nuestro estado anterior de comodidad y status quo.

Hoy tenemos una nueva circunstancia: Un TLC con Estados Unidos ad portas. Una oportunidad inmensa de ser competitivos, entrar a un mercado numeroso, pero exigente. Muy exigente. Es necesario, como en el fútbol, enfrentarse a esta supuesta bestia negra con altura. Le pasó a Francia con Brasil. Nada es imposible si ponemos las metas altas y peleamos por sacarlas adelante. Pero metas altas.

¿Por qué en vez de exportar oro creamos una industria joyera de lujo? ¿Por qué en vez de exportar mangos no hacemos un jugo rehidratante con una marca atractiva? ¿Por qué no podemos crear cadenas de cafés en vez de exportar el grano? Todo esto es necesario y posible, pero depende de nuestro esfuerzo.

¿Y cuál es el papel del Estado en todo esto? Propiciar este tipo de tratados que nos lleven a mejorar – porque si no lo hacemos perderemos irremediablemente –, crear reglas claras para la inversión y facilitar el trámite para la creación de nuevas empresas. El resto es nuestra responsabilidad. La pelota está en nuestra cancha. No esperemos ese papá gobierno que nos daba todo. Ya ni los chinos lo hacen.