6/02/2006

La maldición de Victor Andrés

El gran peruanista Víctor Andrés Belaunde decía que en el relato bíblico del Génesis había dos maldiciones divinas: una explícita, que todos conocemos (trabajarás con el sudor de tu frente, parirás a tus hijos con dolor, etc.) y otra implícita –no mencionada en el texto– “se gobernarán entre ustedes”. Ahora, ya a puertas de la segunda vuelta, la maldición se siente con mucha más fuerza. No hay duda de que cada pueblo tiene el gobernante que se merece.

En el Perú actualmente no vale el refrán “en el país de los ciegos, el tuerto es rey” ¡Ya quisiéramos que el candidato más capacitado, el de mejores propuestas sea el que nos gobernase! y no el que más ataca, el que mete más golpes bajos, más pataditas, o el que más dinero (nacional o extranjero, chico) tenga para solventar su campaña.

¿Qué es lo que nos pasa a los peruanos? ¿Por qué siempre estamos en la disyuntiva de elegir entre dos malos? La respuesta puede deberse a los tipos de electores que tenemos, sumidos en la ignorancia, el desinterés y el egoísmo. El primero de ellos son los "coyunturales", un buen porcentaje de la población, cuyo índice de comprensión de lectura es bajísimo y que son el fruto de una educación paupérrima. Son los que no se fijan en las propuestasm sino en el baile, los gritos, los ataques... todo lo que conforma la llamada coyuntura. Son los que les encanta tirar huevos podridos al candidato rival, que gozan con los ayayeros con bombo en los mítines, que les encanta disfrazar de incas –o de lo que sea– a sus candidatos. ¿Propuestas? no les interesa. Sólo pan y circo. Ellos serán los primeros en bajarse al ídolo falso que crearon, una vez que esté en el gobierno, para luego crear otro peor dentro de 5 años.

Luego están los "apáticos". Pertenecen a un sector de la población que si bien tiene un nivel de educación, no se preocupa realmente de la llamada cosa pública. Son los que tienen grado universitario y ni siquiera se han tomado la molestia de leer los planes de gobierno ¿Sabían que Ollanta plantea la eliminación de todo tipo de reelección: presidencial, parlamentaria, de alcaldes y regidores, de presidentes y consejeros regionales? ¿O que Alan plantea que la función del Primer Ministro sea la de un Jefe de Gobierno? Pues todo esto, que no se ha dicho en la campaña, está en los planes de gobierno.

Pero a los "apáticos" no les interesa. Les basta estar informados viendo cómodamente sentados en la televisión a Jaime Bayly, para enterarse cuál candidato fue a una casa de citas o para reírse de la última gorilada de Chávez. Son los que cambiaron de canal cuando hubo el debate y simplemente ni se enteraron que hubo un debate técnico a la semana siguiente. En fin, son los que más protestan cuando un gobierno no funciona, pero son los últimos en darse cuenta de que en sus manos está el destino de los próximos 5 años de su país.

Finalmente, tenemos a los "interesados". Son los que buscan y votan por el candidato que los va a beneficiar de alguna manera a ellos, y sólo a ellos, independientemente de que las medidas que se tomen sean o no provechosas para el resto. Y salen los agricultores a presionar; los mineros, a presionar; los empresarios, a presionar; los de construcción civil, a presionar; los transportistas, los asalariados, los independientes, los desempleados, los mototaxistas, los taxistas, los ambulantes, los del TLC y los anti-TLC. Todos presionan. Y se visten del color de la camiseta que más les convenga. ¡Qué me importa que los demás salgan perjudicados, si yo gano! parecen decir.

Llevado a un plano más personal, esto es lo que también nos pasa a cada uno de nosotros y seguramente este domingo marcaremos el símbolo que más nos convenga. Parece ser que el instinto de conservación ha llegado hasta la magnitud de convertirse en la norma última de nuestra conciencia. No importa el bien común, sino sacar el máximo provecho de la situación. Esto, que es como el pan de cada día, es lo mismo que piensan la mayor parte de la clase política actual y probablemente la futura. Nos estamos convirtiendo en políticos chiquitos, solo que no tenemos nuestro escaño.

"Tendrán que gobernarse entre ustedes", sale a tallar de nuevo la maldición implícita. Pero, don Victor Andrés, yo no creo en maldiciones. Y tampoco nos hacen falta. Nosotros las malogramos sin ayuda de nadie, y este domingo, seguramente, no escogeremos ni siquiera al mal menor.