5/21/2006

Minería e Hidrocarburos, temas pendientes y viejos temores

Si usted es un próspero empresario minero, o simplemente un trabajador de alguna empresa minera, su voto ya debe estar decidido por el partido de la estrella. Ojo que este artículo no es una propaganda aprista, sino el resultado de la lectura de los planes de gobierno de Alan y Ollanta en estos rubros.


Y es que el plan del Apra tiene puntos muy favorables para las empresas mineras. En su punto 268 dice: “Sostener que el objetivo esencial para el desarrollo minero y la ampliación de su impacto sobre la economía es atraer la inversión extranjera para la exploración y el desarrollo de nuevas operaciones”. Más claro ni el agua.

Luego, habla de una adecuada repartición de los beneficios que se obtienen de la explotación minera en las comunidades que se encuentran a su alrededor. Esta propuesta responde también a un clamor de las empresas mineras, que pagan cantidades de dinero en impuestos, y que el Estado no los distribuye en las poblaciones aledañas.

El punto flaco del plan de Alan en el tema minero es que no habla de manejo medioambiental responsable. La palabra medioambiente no se encuentra en ningún lado y esto es un peligro claro y patente.

Sin embargo, si usted es amigo del medioambiente y la naturaleza, tampoco se apresure en marcar la olla, ya que en su plan de gobierno ni siquiera aparece la actividad minera como punto y una omisión de esa categoría puede ser incluso peor. Ollanta ha dicho –gritado con la ruidosa propaganda de sus locales partidarios– de manera enredada que va a renegociar contratos. Lo cual quiere decir, que igual le interesa esta actividad. De medioambiente nada. Agua cristalina y aire limpio deben ser malas palabras cuando de dinero se trata.

En el tema de hidrocarburos la cosa se vuelve más pareja, porque Alan también menciona que va a renegociar los contratos, pero, por el texto, se nota un matiz más moderado: “Sin transgredir los principios de estabilidad jurídica, evaluar todos los contratos suscritos en nombre del Estado, a fin de renegociar aquellos que por falta de equidad y transparencia, afecten los intereses de la Nación, buscando una adecuada utilización de los recursos y justa distribución de sus beneficios”.

Ollanta habla de una nacionalización, pero descafeinada: “La energía, los hidrocarburos, el gas, la electricidad; los servicios esenciales, el agua y el saneamiento, el espacio aerocomercial y los puertos serán actividades estratégicas puestas al servicio del desarrollo de la Nación y de los peruanos. En este sentido estricto decimos que serán nacionalizados”.

El plan de Ollanta sigue explicando y hablando de cambios en la Constitución para que “el Estado pueda realizar actividad empresarial”. Y es aquí donde se prende una alerta tremenda: en un posible gobierno de Humala, habrá más empresas estatales y con ello más burocracia, más papeleo, más puestos de confianza, más sobrinísimos, ahijadísimos, cuñadísimos.

Hace años asistí a una conferencia en que explicaban la importancia de la privatización. Y lo hacían con un caso de una empresa que si bien es del Estado, funciona como si fuera privada: Serpost. En el análisis, esta compañía había mejorado muchísimo, pero seguía siendo una empresa de correos muy por debajo del estándar de servicio y calidad internacional. No pierde dinero, pero tampoco crece ni mejora y así sigue hasta ahora. En resumidas cuentas, decía el expositor, por principio el Estado no es eficaz en el manejo empresarial.

“No tienen por qué ser ineficaces”, comentó hace poco, en una entrevista, el candidato Humala. Al verlo en TV recordé mi niñez cuando hacía las tareas del colegio con la luz de una vela, porque había “alumbrones” y no “apagones”, en una cooperativa azucarera que se caía –y se sigue cayendo– a pedazos, sin teléfono y juntando agua en baldes para lavarme la cara. Luego volví a la realidad y leo el diario: “Otro hueco más” producido por un desagüe roto, de una empresa del Estado. No tienen por qué ser ineficaces, mi Comandante, pero no somos tontos.