4/06/2006

Lulú in the sky with diamonds

La política es una carrera de largo aliento. Cuando un corredor llega a la última vuelta lo único que tiene que hacer es no desacelerar, no bajar el ritmo. A la vez, tiene que guardar energías para el tramo final, el decisivo.

Lulú no es una buena corredora, tampoco tiene el físico de una, ni mucho menos. Partió con ventaja cuando nadie la seguía. Ahora desacelera y está segunda, con pocas posibilidades de llegar al podio (en este caso, un podio de 2). Estamos en la recta final y un desenlace de fotografía nos espera. Lulú sabe que ha cometido errores y sus rivales lo han aprovechado, y de qué manera.

El primero, Lulú es la candidata de los empresarios. Aunque lo niegue, aunque no lo quiera, lo es. No basta con ponerse jean, zapatillas y no usar maquillaje, los hechos hablan por ella: La elección de Arturo Woodman como vicepresidente, declaraciones orientadas a no espantar a los inversionistas, a tranquilizar a los empresarios, a no incomodar a los más pudientes (que son los que realmente pagan sus impuestos, por otra parte).

Como resultado, el 70% del sector A va a votar por ella. Si fuera por los “ricos”, según las encuestas, Lulú gana en primera vuelta. Curiosamente, Alejandro Toledo tiene el 40% de aprobación en ese sector ¿mera coincidencia?

El segundo, Lulú está sola y en la carrera presidencial uno no puede correr solo. Sola en lo afectivo –y éste es un análisis sociológico basado en el sentido común, no en datos empíricos–. Lulú ha utilizado la figura de la mujer y muchas mujeres votarán por ella. Pero usar esa figura tiene un punto débil: Lulú es mujer, pero no es madre, lo que la convierte en blanco fácil para sus adversarios políticos. En el Perú el pueblo suele votar utilizando este tipo de motivos emocionales, incluso inconscientes. Si Lulú quisiera jugar realmente sucio –y sería un golpe maquiavélico– se conseguiría un enamorado. Eso la haría subir como la espuma

Sola en su bancada. Sin gente de experiencia política, sin nadie que la defienda ante los ataques de sus rivales, sin Ántero Flores, sin Javier Barrón; y, paradójicamente, sin José Barba ni Rafael Rey. La idea de renovar sus cuadros es buena, pero si no se hace bien y del todo (igual hay muchos reelecionistas en Unidad Nacional) corre el peligro de no poder convertir esa debilidad en fortaleza. Sólo basta mirar qué partido tendrá más congresistas y quiénes son: Del Castillo, Mulder, Zumaeta, Cabanillas, y un largo etc.

Esta carrera electoral tiene obstáculos, hace falta colaboradores de peso para quitarlos, o ponérselo a los otros, según el caso. Cuando alguien ataca a Alan, por ejemplo, ni se inmuta. En todo caso, contesta con ironía las puyas que sus escuderos ya han contestado por todo lo alto. Humala tiene a Torres Caro y Abugattas (El insulto a la primera dama, le debe haber reportado muy buenos puntos en el congreso). En cambio, cuando Lulú es atacada, voltea atrás y no hay ningún Chapulín Colorado que la defienda. Güido Lombardi no es suficiente, ni la matadora Gaby Pérez del Solar. ¿Woodman? volver, por favor, al primer error. Lulú solita tiene que sacar la espada y embestir como puede, cuando lo que debería hacer es concentrarse en ganar.

La política es una carrera de largo aliento, con obstáculos. Lo importante es no desacelerar y hacer que otros quiten los obstáculos. La última recta ya se ve, está a la vuelta de la esquina. Sólo falta el sprint final. Lulú siente la respiración del rival en la nuca, desacelera y ya no tiene fuerzas. Ha empezado a reaccionar con el corazón, con los pocos cartuchos que le quedan. El 9 de abril veremos si le alcanza.